Un médico colombiano que se fue del país cansado de que nadie lo
escuche, denunció que las autoridades de salud de la Costa Caribe no
están haciendo lo suficiente para detener un flagelo que afecta a miles
de personas todos los días.
Se trata de la infección intrahospitalaria con bacterias que, por
negligencia y falta de recursos, se han vuelto resistentes a los
antibióticos y hoy pueden ser letales para personas sanas.
“Por ejemplo, una señora llega al hospital porque se le bajó el
azúcar y se desmayó en la calle. Allá le aplican suero y la canalizan
sin tener en cuenta la asepsia adecuada. A los 2 días regresa y se le
descubre una neumonía. Días más tarde muere porque nadie sabe cuál es
el tratamiento para salvarla”, explica Juan Carlos Salamanca Bayena, en
su casa en Buenos Aires.
El tema cobró vigencia a propósito de la revelación sobre una
superbacteria que habría sido la causante de la muerte del cantautor Joe
Arroyo en una clínica privada de Barranquilla.
Este ejemplo –continúa– combina dos graves problemas que se están
presentando a diario en la Costa: la falta de higiene en los hospitales y
la proliferación de bacterias multi-resistentes a los antibióticos.
Según las estadísticas, más del 50% de las bacterias que se presentan
en los hospitales de la ciudad de Barranquilla son resistentes a la
meticilina, un antibiótico más efectivo que reemplazó a la penicilina.
El problema es peor: no existen estadísticas creíbles que permitan a los
infectólogos detectar cuáles son los antibióticos para curar a los
pacientes con infecciones mutantes.
“En Estados Unidos o en Canadá, donde cuentan con la tecnología y la
capacitación adecuada, se obtienen las estadísticas y logran un cambio.
Nosotros, por falta de estadísticas y de estudios serios, empezamos a
utilizar antibióticos que, por no saber lo que estamos atacando
exactamente, contribuyen a la creación de cepas más resistentes cada
día”, dice.
En Argentina cursa una especialización en infectología y luego
regresará para trabajar en esta problemática de salud. “Si la señora
que llegó al hospital por un desmayo o Joe Arroyo que no tenía la bacteria en su
organismo hubiese recibido el antibiótico adecuado, se podría haber
salvado. Y la única forma de lograrlo es que el hospital cuente con
estadísticas creíbles que le permitan identificar la bacteria que le
causó la neumonía”.
Asegura que identificar la bacteria puede hacerse casi en forma
rutinaria. Se trata del estafilococo áureo. Esta bacteria ha estado
mutando por el mal uso de los antibióticos, y ahora el 50 por ciento de
las personas infectadas son portadoras de bacterias que no pueden ser
tratadas con la meticilina, que es como tradicionalmente se podían
combatir.
“Es un problema mundial por el continuo mal uso de los antibióticos,”
dice Iván Zuluaga de León, director científico de la Sociedad de
Infectólogos de la Costa Atlántica.
“El estafilococo es una bacteria muy agresiva. Lo primero que hace
una bacteria cuando se inicia un antibiótico es buscar cómo defenderse.
Las bacterias tienen más de 4.000 millones de años, llegaron primero que
nosotros aquí, entonces tienen más mecanismos para sobrevivir que
nosotros. Cuando el hombre aplica un antibiótico, la bacteria dispara
un mecanismo de resistencia, así que a medida que van saliendo los
antibióticos, las bacterias van cambiando y mutando.”
Salamanca, quien ha trabajado con Zuluaga, difiere en varios aspectos
con su colega. Cree que el problema es más grave de lo que se está
reportando, no solo por las infecciones intrahospitalarias sino por la
falta de mecanismos de investigación que permitan identificar los tipos
de resistencias de cada cepa del estafilococo.
“Por los recortes en los presupuestos y los efectuados en el sistema
de salud también se ha afectado el estudio de materiales de cultivo y
tipificación genética, que permiten identificar las bacterias”, dice
Salamanca, quien además advierte sobre la falta de un plan a nivel
gubernamental que obligue a los hospitales a llevar estadísticas serias y
confiables para tener una idea de cuáles cepas son las más prevalentes y
poder atacarlas con los antibióticos adecuados.
A esto, Zuluaga responde que lo que afirma Salamanca es cierto.
“Sabemos que el problema es alarmante, pero no es que no se está
haciendo nada. En los hospitales y clínicas han integrado comités de
infecciones e incentivan la vigilancia, y control para el uso correcto
de antibióticos.”
Para Salamanca es urgente frenar el uso de antibióticos ‘recetados’
por la vecina o el farmaceuta sin haber consultado al médico.
“Estamos usando los antibióticos en una manera inadecuada”, añade
Zuluaga, “ o sea, se le está dando medicamento a las personas que no
tienen infecciones, se le aplica antibiótico a muchas gripas que no se
manejan con antibióticos y entonces las bacterias que conviven con
nosotros hacen la resistencia.
¿Entonces qué es lo correcto para hacer? Que haya un buen concepto
para que un médico diga qué paciente amerita un antibiótico. Y una vez
recetado el antibiótico estar seguro que se tomó el cultivo y que cuando
el cultivo venga a las 48 horas saber que el antibiótico que se le puso
es el adecuado para esa bacteria.”
Insiste que sin estadísticas es imposible saber la magnitud del
problema y advierte que algunas EPS podrían perjudicarse si es que se
revelan los números reales.
“A muchas EPS no les convendría hacer una estadística confiable,
investigar en este sentido, si tenemos una bacteria más prevalente eso
implicaría pasar a una segunda fase y tener que administrar una droga
que es mucho más costosa”. Y agregó: “Hay también una negligencia
pasiva, no se están haciendo las cosas porque la gente sencillamente
desconoce el problema”.
Zuluaga defiende a las empresas de seguro de salud y a los
hospitales: “Yo les digo siempre a los dueños de clínica, el antibiótico
más costoso es el que no sirve, nada hace una clínica poniendo un
antibiótico que no sirve porque esto es una cosa letal, mata un paciente
en 48 horas en caso que no le pongas el antibiótico correcto”.
La Organización Mundial de la Salud advierte que este problema es
grave y que si no se controla podría traer consecuencias alarmantes.
Colombia tiene planeado crear un organismo para el 2012 destinado a
controlar y llevar estadísticas de esta epidemia fantasma.
Mientras tanto los expertos dicen que sí se pueden tomar medidas
importantes para detener lo más posible su proliferación en la Costa
Caribe: exigir que los médicos o enfermeras se laven las manos con
alcohol glicerinado entre paciente y paciente, no automedicarse por
ahorrarse la visita al médico o por creer que todas las infecciones son
iguales y que las farmacias solo vendan antibióticos con recetario
médico. Si estas medidas se adoptan, la cantidad de bacteria resistente a
los antibióticos bajaría notablemente.
Por Pablo Padula
Especial para EL HERALDO
Especial para EL HERALDO